Cómo es la cabeza, o la mente. O la genética, qué sé yo. Pero hay cosas inexplicables. Como, por ejemplo, que había un tipo en mi calle que me caía mal. No sé por qué pero, sin conocerle de nada, sin haber intercambiado nunca una palabra con él, un saludo, un gesto, nada, su sola visión me resultaba insoportable. Me ponía de mala hostia. Ya está. Le veía todas las noches desde la ventana, paseando al perro, mirando el móvil mientras el animal hacía sus cosas. El chucho me caía bien, sin embargo. Pero en cuanto le veía a él, mi mente hacía clic: "Ya está otra vez ahí el gilipollas este". ¿Por qué? Ni idea. El tío podía ser misionero en África, voluntario de Cáritas, un puto Nobel de la Paz, que yo no le podía ni ver. Una noche bajé a tirar la basura. Estaba lloviendo y no quería hacerlo, pero decidí arriesgarme, qué coño, sólo se vive una vez. Llegué al contenedor, lo abrí y arrojé dentro la bolsa. Cuando cerré de golpe la tapa del contenedor, apareció él justo detrás, a med...
Estas son mis historias. Si no te gustan, tengo otras.