Se sentó en la mesa elegida y se preparó a esperar.
Ambos habían acordado el sitio, el día y la hora. La decisión final recayó en ese rincón casi oculto de un salón mal iluminado de aquel hotel de mala muerte en una calle perdida del centro. En realidad, era un lugar más apropiado para un intercambio de rehenes que para una cita, pero ambos buscaban intimidad y no les importaba el olor a desinfectante que subía desde el suelo.
También habían convenido cómo iría vestido cada uno. Aún no sabe por qué, pero él dijo que llevaría pantalón vaquero negro y jersey rojo. Y no tenía ningún jersey rojo.
Tuvo que ir a comprar uno. Pensó que encontrar un jersey de un color primario no sería demasiado difícil, pero por lo visto los colores primarios en los jerseys de caballero están prohibidos. Cogió uno que parecía rojo. Incluso le preguntó a la cajera. "Sí, claro, es rojo", le dijo sin mirarlo siquiera.
Allí estaba, pues, con su jersey aparentemente rojo y su pantalón vaquero negro esperando a que ella apareciera con un vestido azul, como habían hablado. En realidad, durante la planificación, ella le había hecho una descripción del vestido de cuatro párrafos y medio en WhatsApp, apuntando incluso detalles que le pasarían desapercibidos a un médico forense. Él sólo retuvo que iba a ser azul. O algo parecido.
Miró el reloj. Quedaba un minuto.
Estaba sentado orientado hacia la entrada del salón. No había nadie más. Quién iba a haber, si parecía que sólo podías salir de allí con los pies por delante o esposado por la policía. Pensó que no le hubiera hecho falta comprarse aquel puto jersey de 29.95 €.
A la hora exacta, apareció ella con un vestido... ¿azul? Joder, pues con el fluorescente parece verde.
Era la primera vez que se veían cara a cara. Durante un año y medio sólo habían hablado por mensajes en el móvil. Ni una llamada, ni una foto, ni siquiera se habían dado sus nombres verdaderos. Él era Rubio87; ella, Gaia. Rubio, ja, si tenía el pelo más negro que una alcantarilla a medianoche. Él había buscado Gaia en Google: en la mitología griega era la Tierra Madre. Flipada.
Se saludaron con un tímido "hola" y se sentaron uno frente a otro con la misma tensión con que se visita a un preso en la cárcel. Se miraron un momento. Habían planificado tanto el encuentro que se les había olvidado pensar qué iban a hacer cuando se vieran.
–Ese vestido parece más verde que azul- dijo él, para romper el hielo.
–Y ese jersey no es rojo, es burdeos- respondió ella.
Se sonrieron el uno al otro durante unos segundos. Y entonces ella se levantó y dijo:
–Adiós.
Y se marchó con su vestido verde.
Comentarios
Publicar un comentario