– Tú tranquilo, ya verás como todo sale bien. Las palabras de mi mujer, cálidas y reconfortantes en su aliento, me llegaban sin embargo como un eco lejano y frío, apenas perceptible. Desde luego no más que el tintineo de la cucharilla con la que estaba removiendo el café mientras miraba por la ventana, absorto en mis miedos y mis dudas. – Sabes tratar a la gente, eres organizado, tienes experiencia... –seguía ella. Paré de remover el café, la miré y respondí: – También tengo 58 años. – Eso es experiencia. – Eso es ser un viejo –terminé. Di un sorbo al café, le di un beso a mi mujer y salí de casa. – Acuérdate de ir a la compra cuando vuelvas. ¡Y trae brócoli! –se despidió ella. Iba a una entrevista de trabajo. Llevaba tres años en paro. Era (o soy) contable.De los de siempre, de los que miden cada céntimo que entra o sale de la hucha. Había trabajado los 28 últimos años en una empresa de transportes familiar que había crecido hasta convertirse en un monstruo: camiones, autob...
Estas son mis historias. Si no te gustan, tengo otras.